Este día aun no se había producido la revoluciona de las persianas ( como una compañera llamo al acto). Como comprobareis las persianas permanecen cerradas hasta el suelo para que no pasara ni rastro de luz que pudiese delatar que el edificio estaba ocupado.
No recuerdo exactamente cuantos días llevavamos : tengo que hacer un gran esfuerzo para ir recopilando aquellos días con las persianas echadas. Se me viene a la memoria, que ya instalada en el piso, y con mis pertenencias descargadas, seguí durmiendo en el suelo, la colchoneta se desinflaba.
El cuerpo empezaba a pasarme facturas: las carnes doloridas por la dureza del suelo, la cervical fastidiada, el subir y bajar escaleras, hacia que por las noches cayese agotada, cuando conseguía tumbarme en el colchon desinflado, las agujetas del día anterior se hacían notar mas. Aun asi estaba contenta satisfecha de lo que allí estábamos compartiendo.
Que poco necesitábamos!! Que bueno sabia el pan de dos días sin tostar, y con una espesa cantidad de margarina!!
Se estaba acercando la hora de abrir las ventanas: cada cual preocupada en sus menesteres, Aguasanta, no quería que se le pudiese ver desde el balcón las arrugas y se puso a planchar la ropa que se iba a poner.
La hora se iba acercando: sabíamos que venían compañer@s, nosotros deseosas de su llegada para poder abrirnos al exterior, y ell@s para ver el objetivo cumplido : se oían rumores de voces cada vez mas cercanas, pendientes de ese toque en el móvil que nos avisaría que ¡¡ había llegado la hora!! Estruendo de persianas: CARRERAS PARA ESTAR LO ANTES POSIBLE Y VER LA LUZ DE LA CALLE, y con ella las caras de FAMILIARES Y COMPAÑEROS QUE NOS DABAN LA BIENVENIDA.
SALUD COMPAÑER@S. Mª Carmen.
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